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ROMANCE MORO

HISTORIA

Un caballo con todas las letras, de esa estirpe de ejemplares que dejan una marca con su historia en las pistas y fuera de ellas. Una página digna de narrar.


UN CABALLO CON TODAS LAS LETRAS

Circa 1983, el cirujano plástico José Juri adquirió a la yegua LA CINEASTA con una preñez de ZEUS. La hija de Faridoon y Sweetly (World Cup) dio a luz el 25 de agosto de 1984 a un alazán tostado bautizado ROMANCE MORO, cumpliendo una tradición respetada por décadas el haras Los Moros que hacía sus primeras armas: todas las crías llevarían la palabra “moro” o “mora” en sus nombres como sello distintivo de fábrica.

Romance Moro fue un potrillo genioso desde el vamos y su propietario decidió confiarle su entrenamiento desde los 2 años al preparador Éver Washington Perdomo. Pasó el tiempo y su pupilo se puso enseguida para correr. Cuando Romance Moro largaba, no se lo podía tener. Tanto que antes de su debut, se registró una pasada de 1min24/100 en el césped de San Isidro, con el entonces aprendiz del stud José Luis Rodríguez que lo conocía al milímetro

El día de su debut, con Vilmar Sanguinetti en su silla, Romance Moro no tuvo una gran presentación y cruzó el disco en el decimosegundo lugar. Aquel traspié motivó la decisión de su propietario de prescindir de los servicios de Perdomo y adquirir la patente de cuidador para ser él mismo quien lo presentase en los programas oficiales. En los trabajos de preparación hasta el final de su campaña, estuvo la mano de Luis Rodríguez, padre de aquel aprendiz que tendría algunas oportunidades de conducirlo con la chaquetilla y gorra rojas y mangas blancas con picas negras.

Fue momento de su segunda carrera, al mes de su estreno, y por fin se vio lo que se esperaba: triunfo arrollador con 6 cuerpos de ventaja en la raya. Tamaña performance llevó a Juri a tomar otra decisión mayor: Héctor Libré, conocido ampliamente como “El galgo”, sería su monta en las sucesivas actuaciones: su segundo triunfo, enseguida, y una aventura dos meses luego, por demás exitosa, en el internacional de la milla norteña, el Gran Premio Joaquín Samuel de Anchorena (G1).

Allí, a los 13 días del mes de diciembre de 1987, Romance Moro tuvo una actuación que lo metió de lleno en las ligas mayores. Desde el primer salto, le pelearon la punta y en su primera incursión en el plano jerárquico, llegó segundo a 3 cuerpos de Sol Naciente (Soleil Noir) que conseguía así su cuarto triunfo en hilo y consolidaba su invicto.

La revancha clásica estaría a la vuelta de la esquina, con un triunfo condicional previo. Un mes después, en la misma pista y distancia, y otra vez frente a frente con su anterior verdugo. Romance Moro y Sol Naciente tendrían otra cita en el Clásico América (G2). En esta ocasión, el triunfo fue para el crédito de Juri, por 3 cuerpos.

Como no hay dos sin tres, los programas volverían a cruzarlos en el Clásico Miguel A. Martínez de Hoz (G2). Y otra vez, se impuso Romance Moro, obteniendo por 4 cuerpos, de punta a punta, la quinta conquista de su trayectoria.

Las demostraciones del hijo de Zeus ameritaban todo tipo de entusiasmo y cualquier empresa era posible. El destino enfilaba hacia Brasil para participar del clásico más importante de su calendario. En un trabajo previo, Romance Moro registra un tiempo récord, pero tras cartón su veterinario le diagnosticó una fractura en su rodilla que hizo recalcular a su equipo y regresarlo a la Argentina para ser intervenido.

La cirugía no dio el resultado esperado y un año después debió retornar al quirófano. “Si queda bien, lo vas a correr vos. Siempre estuviste al lado de Romance”, le prometió José Juri al jinete José Luis Rodríguez.

La reprise llevó su tiempo y dos años más tarde, Romance Moro reapareció con 5 años y su potencial intacto en el Clásico Botafogo (G3), de punta a punta, por 6 cuerpos y sobre 2000 metros de césped.

La forma del crack de Los Moros siguió en alza y el objetivo pasó a ser el double-event en el primer Martínez de Hoz (G2) de la década de 1990. Lo consiguió y de manera contundente, fiel a su estilo, por 6 cuerpos, dejando relegados a caballos de la talla de Royal Martial y Ultrasonido. El Gran Premio Latinoamericano, a disputarse en Chile, apareció en el horizonte próximo.

Pero para cruzar la cordillera, el equipo de Los Moros, con Rodríguez e hijo a la cabeza, tuvieron que acomodarse a un nuevo contexto: pista de arena y herraduras con agarraderas de 5 cm. Apenas largaron, Romance Moro se pisó los talones y quedó fuera de carrera de inmediato.

A pesar de la frustración, nuevos desafíos clásicos lo esperaban en su reingreso al país. El Gran Premio 25 de Mayo (G1) lo vería triunfar, ya sin la conducción de José Luis Rodríguez (que seguiría siendo su vareador) pero con una figura descollante como Jorge Valdivieso en su silla.

A Romance Moro no le quedaba mucho hilo en el carretel. En los trabajos de mañana, comenzó a sangrar y una caída en la previa de otra presentación gradual le traería complicaciones.

Su última salida a pistas tuvo lugar casi 6 meses luego, con Guillermo Sena en las riendas, en el Gran Premio Copa de Oro (G1). Con mucha clase y nobleza, Romance Moro cruzó primero el disco pero en su regreso al recinto vencedor la manquera fue indisimulable.

El alazán tostado concluyó así su campaña con una foja admirable: 9 triunfos, 1 segundo puesto y 3 no placés. Lo esperaba merecidamente la padrillera de su casa, Los Moros, en Suipacha, donde prestó servicios en 12 temporadas.

Otro nombre que se ganó su sitio en las páginas doradas de nuestro turf, a base de nobleza, contundencia, calidad y de un trabajo loable con el sello de Los Moros, Luis Rodríguez y su hijo José Luis.


Gran Premio 25 DE MAYO G 1 1990 ROMANCE MORO - HSI



Gutierrez Fernando Gabriel
Veterinario del Stud Book Argentino
guetierrezvet@hotmail.com